jueves, 12 de marzo de 2009

ORGANIZACION DE ACTIVIDADES VALORATIVAS EN EL AULA Y EN LA ESCUELA

  • Pero al hablar de educación en valores, además de una redundancia puede darse también un cierto equívoco sobre lo que se entiende por valores. ¿Es lo mismo la educación en valores que la educación moral?, ¿hay otros valores además de los morales?, ¿puede convertirse la educación en valores en adoctrinamiento? Todas estas cuestiones obligan a definir con más precisión esos valores sobre los que se pretende educar, tomando partido entre una concepción restringida de los valores que los limite al ámbito moral o una consideración ampliada que incluya otro tipo de valores. Muchas veces cuando se habla de valores, especialmente en el contexto educativo, se hace de un modo relativamente intuitivo que tiende a identificarlos con los valores morales. En cierto modo la reciente reivindicación de la educación en valores no deja de estar sustituyendo, desde planteamientos laicos, el papel que tradicionalmente ocupaba la moral religiosa en los espacios educativos. Frente al adoctrinamiento moral en los valores heterónomos prescritos por las normas de las religiones, la idea de educación en valores tendería a propiciar el desarrollo de ciertas actitudes en los niños y jóvenes que faciliten la formación en ellos de un juicio moral autónomo (aunque algunas propuestas espurias de educación en valores no dejan de ser trasuntos del adoctrinamiento normativo en los códigos morales religiosos planteados en una versión más moderna y presentable). El paso de la heterónoma propia del adoctrinamiento moral a la autonomía que persigue la genuina educación en valores es una de las huellas de la impronta ilustrada en esta consideración laica de la educación.Sin embargo, la idea de valores sobre los que cabe una elección autónoma y un juicio racional que permita justificar la elección no se reduce al ámbito moral. Los valores sobre los que puede (y debe) darse dicha elección desbordan el ámbito de las decisiones individuales de naturaleza ética. Los ámbitos de la convivencia social y las decisiones colectivas para la organización de dicha convivencia son también lugares en los que existen valores plurales entre los que se ha de elegir en democracia y que requieren una reflexión racional a propósito de las alternativas. Asimismo, la vida humana se desarrolla en contextos (y en buena medida los crea) susceptibles también de ser evaluados de un modo plural, ahora desde el punto de vista estético. Por tanto, además de los valores éticos, una consideración de los valores relevantes para su tratamiento educativo debería incluir también los valores políticos (los que se refieren a las diversas formas posibles de organización de la convivencia social, la búsqueda de la justicia y el control público del poder) y los valores estéticos (relacionados con la formación de la norma del gusto y las diversas formas de apreciar y producir belleza en las obras humanas y en la naturaleza). Por tanto, los valores éticos, estéticos y políticos podrían configurar tres dimensiones axiológicas que se deberían desarrollar en un planteamiento de la educación en valores que se pretenda integrador. Esos tres ámbitos valorativos mantienen ciertas relaciones, pero son irreductibles entre sí, por eso conviene considerar el tratamiento educativo equilibrado de cada uno de ellos. Los tres comparten la indeterminación y pluralidad de opciones que caracteriza a lo axiológico, y, asimismo, los tres podrían tener en la idea de felicidad en la vida humana el horizonte que los orienta. Precisamente por ello, esos tres ámbitos valorativos deberían tener una presencia equivalente en ese modo de ayudar al aprendizaje para la vida de los seres humanos que llamamos educación.Otro aspecto que debe dilucidarse para entender el significado de la educación en valores es si esos valores sobre los que se pretende educar son compartidos o motivo de controversia, así como las distintas consecuencias educativas de cada enfoque. El consenso valorativo suele ser la opción más dominante al hablar de educación en valores. Según este planteamiento, se trataría de encontrar los mínimos comunes en cuestiones valorativas que pudieran ser compartidos por todos los seres humanos y presentarlos para su aprendizaje escolar. Los principios de la Declaración de los Derechos Humanos (en relación con lo ético), la defensa de la democracia como forma de convivencia social (por el lado de lo político) o el valor de la biodiversidad natural o las obras de arte (en lo referido a lo estético) podrían ser algunos ejemplos de esos mínimos comunes en cada uno de los tres ámbitos descritos. Sin embargo, es evidente que ni siquiera esos ejemplos tan obvios son el resultado de consensos universales entre todos los seres humanos. Tales valores (tan básicos, por otra parte) son construcciones hacia las que se tiende, muchas veces frente a quienes no los comparten, más que el resultado de un consenso universal previo. Así, la educación en valores no puede partir de unos supuestos valores comúnmente aceptados. Y ello por dos razones: en primer lugar, por que no existen tales consensos universales en cuestiones valorativas; en segundo lugar, porque si existieran ya no sería necesaria, por redundante, la acción educativa sobre ellos.Seguramente la opción de los mínimos valorativos parece la menos discutible y más amable para su tratamiento educativo, pero seguramente esa apuesta por buscar lo compartido por todos puede llevar a que esos consensos, caso de encontrarse, acaben siendo meramente formales. ¿Quién va a estar en contra de la paz, la libertad o la justicia? Todos esos son valores que, resumidos por una palabra y formulados con cierto nivel de abstracción, pueden ser compartidos formalmente por todos. Sin embargo, al concretar sus significados surgen controversias valorativas irreductibles, por lo que educar en el reverencial respeto a aquéllos conceptos abstractos puede acabar siendo tan fácil como memorizar letanías, aunque tan poco eficaz para analizar los conflictos axiológicos concretos como invocar tales letanías.Debería asumirse, por tanto, la naturaleza esencial e irreductiblemente conflictiva de los ámbitos valorativos. La legitimidad del desacuerdo es la base para la democracia en política, para la creatividad en el arte y para la autonomía del juicio moral. Por ello, al plantear la acción educativa y al concretar las propuestas didácticas para la educación en valores, no convendría partir de unos mínimos sustantivos supuestamente compartidos que acabarían siendo falsos o vacíos. Se trataría, más bien, de reconocer la esencial diversidad axiológica, pero tampoco para reverenciar la diferencia, sino para enfrentar a las diversas opciones con la única criba que permite distinguirlas a fin de propiciar la elección autónoma o el consenso negociado: la criba de la racionalidad. La disputa racional entre las diversas ideas y el juicio razonado sobre las opciones éticas, políticas o estéticas, es la mejor forma de plantear una verdadera educación en valores que se distancie tanto del adoctrinamiento dogmático como del relativismo radical. Más que buscar unos valores mínimos universales, convendría reivindicar la universalidad de la racionalidad para la necesaria negociación en la toma de decisiones sobre los ineludibles conflictos éticos, estéticos y políticos que afectan a nuestras vidas.No se trata, por tanto, de invocar ciertos valores metafísicos de carácter universal susceptibles de ser enseñados al lado de los saberes propios de las disciplinas escolares. Muchas veces se ha planteado de este modo la educación en valores y ello ha supuesto que la misma se reduzca a la piadosa invocación del bien común o la justicia universal, invocación que, por lo demás, acaba disolviéndose al llegar a las aulas. Se trataría, más bien, de reconocer el carácter plural de las dimensiones en las que cabe plantear la educación en valores, destacándose los valores estéticos y políticos al lado de los éticos, con los que tiende a identificarse la idea general de valores, y de aceptar el conflicto como algo inherente a la idea de valores y que, por tanto, no debe eludirse en las aulas, sino, por el contrario, propiciar las disputas valorativas en la justificación racional de cada juicio de valor.En este sentido, la propia expresión “educación en valores” puede no ser la más adecuada al presuponer el aparente carácter sustantivo de los contenidos axiológicos en los que se pretende educar. Quizá fuera más oportuno hablar de educación para valorar, subrayándose con esta expresión el carácter abierto, dinámico y conflictivo de lo axiológico. Más que educar en unos valores supuestamente preexistentes y que, por tanto, podrían ser tratados como nuevos contenidos susceptibles de ser enseñados al lado de los conceptos de origen epistémico, se trataría de educar para desarrollar la capacidad de valorar, esto es, para asumir la necesidad de elegir entre opciones abiertas en diversos ámbitos de la vida humana y para desarrollar la autonomía en el juicio sobre los aspectos valorativos sustentada por la justificación racional de cada elección.El aula como comunidad de investigación solidaria.La idea de una comunidad de investigación solidaria es la apuesta por organizar el aula como espacio educativo en que sea imprescindible la cooperación para el aprendizaje. En esta propuesta didáctica se intenta desarrollar las premisas sobre la educación en valores, planteadas más arriba, articulando dialécticamente lo conceptual con lo actitudinal y lo procedimental y haciendo que el propio desarrollo de las unidades didácticas se lleve a cabo mediante la práctica de los procedimientos que se dan en la organización de la clase. Al definir la clase como una comunidad de investigación solidaria se pone el acento en los objetivos del trabajo en clase: investigar sobre ciertos temas, y hacerlo solidariamente, precisamente de la misma forma en que el saber se ha desarrollado realmente en la historia: en comunidad. Este planteamiento organizativo para la educación en valores se ha venido utilizando desde hace algunos años en las clases de Ética (materia que se sitúa al final de la educación obligatoria) de diversos institutos españoles de enseñanza secundaria. No obstante, esta propuesta del proyecto Argo para la educación en valores no se plantea como una didáctica específica y exclusiva de aquella materia sino que se considera susceptible de ser utilizado en contextos curriculares diversos.Para la constitución del aula como una comunidad de investigación solidaria se definen cuatro modos de investigación o estrategias de trabajo diferenciados. Dichos procedimientos de trabajo no son, por lo demás, ajenos al modo en que los seres humanos se han acercado a los diversos temas. Incluso, desde una perspectiva kantiana, cabría considerarlos como los modos privilegiados de acercamiento a la realidad. La clase se dividiría, por tanto, en ocho equipos de tres o cuatro miembros cada uno.
  • LAS ACTIVIDADES QUE ORGANIZAMOS EN EL AULA YA SEAN DENTRO Y FUERA NOS VAN A AYUDARNOS A SER MEJORES PERSONAS, YA QUE POR MEDIO DE LA CONVIVENCIA CON NUESTROS COMPAÑEROS APRENDEREMOS A DESENVOLVERNOS MAS FACILMENTE CON LOS DEMÁS (NUESTRA SOCIEDAD) Y A DESCUBRIR Y DESARROLLAR TODAS NUESTRAS CAPACIDADES.
  • http://www.google.com.mx/search?hl=es&q=actividades+valorativas+en+el+aula&start=10&sa=N

No hay comentarios:

Publicar un comentario